EL PANORAMA EN CIUDAD JUÁREZ

Por Héctor Pedraza Reyes
Profesor-investigador, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
En Ciudad Juárez, donde hace cuarenta años se pensaba que surgiría un emporio industrial de primer orden, hoy se ha extendido la sombra de la muerte y la destrucción. En sus barrios, pletóricos de obreros abrumados por largas jornadas en la industria maquiladora, con bajos sueldos e inmensas preocupaciones domésticas, y rodeados de otros más miserables que ellos, desempleados o entregados al vicio y la drogadicción, se ha desatado una matanza sin parangón en la historia nacional.
Casi mil homicidios se han perpetrado en lo que va de este año, y posiblemente la cifra sea mucho más alta, porque aun falta por saber cuántos cuerpos hayan sido enterrados clandestinamente en los últimos meses. Apenas en enero de 2008 se encontró una fosa común con cuarenta y cinco cadáveres.
Para llegar a este escenario dantesco, infernal, se han conjugado varios factores. Por un lado, los narcotraficantes han constituido una especie de burguesía lumpenizada que tiene amplias clientelas de obreros y obreras desempleados, los cuales han llegado a constituir una clase de proletariado lumpen armado hasta los dientes con el equipo más moderno y sofisticado. Y son esas bandas, que luchan tanto entre sí como contra el aparato policíaco, al cual han logrado infiltrar en múltiples ocasiones, las que han desatado buena parte de la violencia que hoy nos asombra.
Pero, en este contexto, se han agravado todas las contradicciones de una sociedad desigual e inequitativa. Hay empleados, resentidos contra sus patrones, que deciden hacerse justicia por su propia mano. Hay casos de violencia doméstica exacerbada por el alto consumo de drogas. Y, por supuesto, hay una cantidad enorme de crímenes pasionales. Ni en Inglaterra ni en Francia en el siglo XIX, la clase obrera fue sometida a un stress mayor.
Hoy las tensiones entre las clases y al interior de la clase obrera son mucho más grandes, porque ahora están potenciadas por drogas como la cocaína, las meta-anfetaminas, y la heroína, que se desconocían en el siglo XIX, y por un armamento que es fácil de adquirir en la frontera y que tiene un poder de fuego mucho mayor que el de las armas del siglo XIX.
Si la industria y el comercio fueran capaces de absorber la enorme cantidad de inmigrantes que llegan a la frontera cada año, los problemas serían menores. Pero no sólo son incapaces de absorberlos, sino que se producen crisis cíclicas que arrojan a la calle a buena parte de los trabajadores. En lo que va de este año, en el estado de Chihuahua la industria maquiladora ha desempleado a cerca de 20 mil obreros, la mayor parte en Ciudad Juárez. Y el muro que construyen los Estados Unidos en la frontera está cerrando la válvula de escape para esta población.
Los dueños de la industria y los gobernantes creen que todo esto se resolverá con represión policíaca y militar. En lo que va del año han llegado a Ciudad Juárez dos mil efectivos del ejército mexicano. Pero la ola de violencia no se detiene. Al contrario, parece irse incrementando cada día que pasa. En 2007 hubo 301 homicidios en Ciudad Juárez. Ahora, en los primeros siete meses de 2008, esa cifra se ha triplicado. Y para diciembre se habrá cuadruplicado o quintuplicado. De ese tamaño están las cosas.
Para enturbiar más el ambiente, el gobernador del estado de Chihuahua, José Reyes Baeza, sobrino del ex gobernador Fernando Baeza Meléndez, ha propuesto al presidente Calderón el lunes pasado en la Ciudad de México, reformar la Constitución federal para eliminar al menos una parte de las garantías individuales consagradas en ella.
Es decir, la única salida que la élite gobernante ve para la crisis es acelerar el paso hacia el fascismo o, al menos, la dictadura. ¿Quién iba a pensar hace unos años que el panorama político nacional habría de girar hasta las ideas de extrema derecha?
Pero, en fin, la historia está llena de sorpresas, algunas muy desagradables.